Así, deletreando y pronunciando lentamente cada una de las ideas que pueblan el escritorio revuelto y desordenado del oloroso bulbo de ajo que perfuma y da sabor a mi imaginación, hago una pausa en la lectura estética de emociones e imágenes de viejos sueños. Haciendo uso de un marcapáginas que fija en qué punto descansa la interpretación de tus notas como los grandes animales silvícolas que luchan por su supervivencia, regreso con facilidad a los deseos de tus ojos de genio. Así abro la cremallera del punto de lectura como la señal trasnochada de una fantasía que devora con ahínco el hueco hasta destapar los dedos señalando el punto exacto de aquellos encuentros. Brotes verdes aparecen entre holandesas escritas con besos de tus labios dejando una pista clara hasta el dormitorio. Y de repente, entre los pliegos de la ilusión aparece un esquinero con forma de corazón. El punto exacto donde quedó detenido la lectura de aquella secuencia: la existencia que has reproducido en todos mis deseos y que tú no conoces. Con chapines de rubíes de la Bruja del Este te paseo por mi ensueño mientras caminamos, te acaricio, acotamos el texto para escribir mensajes breves hasta relacionar ambas vidas: verdad e ilusión.
También hemos hablado
en la cama, sin prisa, muchas tardes
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda
fría cuanto te marchas.
Luis García Montero