"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"

"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
S. Choabert

domingo, 27 de noviembre de 2011

Cumplir una etapa

Alan Gerardo Buenhombre


Para llegar al hospital había que cruzar un puente con una característica muy llamativa, la base de sus pilares tenía forma de pico. Esa parte puntiaguda que sobresalía del apoyo de las columnas fue lo más destacado del río entendiendo que aquello que impactó en mis sentidos no fueron las palabras que leí en los carteles o las palabras que escuché a los que hablaban, sino el poder del espacio, de los colores, la textura y disposición en que están situados los elementos que contemplé. Intenté articular el espacio que circundaba el hospital deshilvanando los hilos que constituían el paisaje que lo moldeaba. A la izquierda del hospital asomaba un terreno extenso sin cultivar cubierto de espesura y matorrales, bañado por el caudal del río y de los residuos farmacológicos contenidos en sus aguas. Y a la derecha del establecimiento, un centro de acogida con sillas en la puerta donde solo un 10% eran mujeres. Antes de entrar en el hospital sopesé escribir algunos versos de alquitrán, deseando no perder el interés por anotar las archas para defenderme ni malograr los nudos que me atan a los demás. Ya instalada en la habitación descubrí con sorpresa que alguien andaba por los pasillos con mi atuendo, portando un aspecto extravagante. Sentí cierto temor al pensar que tal vez llegara a disfrazarse con mis pensamientos y que a la mañana siguiente al despertar se hubiesen esfumado todos, escabullendose disimuladamente. Al final, presentí cierta tranquilidad al considerar que mis trapos están desgastados por el roce y molidos como el trigo en la piedra, por tanto, decidí vendarme los ojos con un pañuelo verde pero los picos no resistieron el nudo.


viernes, 25 de noviembre de 2011

Color naranja


Como una afiladísima cuchilla de afeitar me cortaba con cada una de sus palabras mientras se preparaba una rebanada con mousse de salmón ahumado. Con un pañuelo limpió sus labios pero de repente se sintió mal y vomitó dirigiendo la arcada a mis pies. Su cara angustiosa era como una disciplina con la que azotarse. Continuó expulsando palabras vidriosas, comprometidas y duras como el cuarzo hialino y manchado de humo. Mis ojos remachados al cinturón de su náusea que contribuyó al ayuno y a la renuncia del alcohol, provocó un caldibaldo flatulento mientras se alzaban palabras promisorias. Los confines de aquella voz esculpía entre el desierto y la sabana el cenit de la jungla donde predominaba las lexías interpretativas, según Barthes, las que suenan con contundencia: contra la violencia de género ("formas de violencia que se ejercen por parte del hombre sobre la mujer en función de su rol de género: violencia sexual, tráfico de mujeres, explotación sexual, mutilación genital, etc. independientemente del tipo de relaciones interpersonales que mantengan agresor y víctima, que pueden ser de tipo sentimental, laboral, familiar, o inexistentes"). Y las palabras que le ofrecía como una tongada a la desesperación de su convenir, ocupaban un lugar secundario en la rememoración. Solo necesitaba mirar otro cuadro que se entrelazara libremente para combinar diferentes derroteros.



domingo, 20 de noviembre de 2011

Al borde del abismo

Pablo Rodmen


Al entrar en el colegio y buscar las últimas letras del alfabeto capté un centelleo de colores variables entre la incipiente deforestación, permitiéndome descubrir una fauna variopinta. Allí estaba, consolando mi pensamiento en aquel rato de esparcimiento y liberación por el pequeño desconsuelo que me concedí con denuedo. Rodeada entre otros, del cura que de pequeña me enseñó amor fraternal, justicia y caridad puesto que "nunca tuvo nada suyo", de una empresaria con un turbio pasado que en la actualidad derrochaba cinismo, de un arquitecto que se encargaba de proyectar edificaciones en suelos no urbanizables sin un planeamiento urbanístico a la vista y del gerente de un misterioso balneario. A pesar de la semejanza física de todos los que allí nos encontramos, nos diferenciaba algunas de las gotas ordinales del extracto/esencia de nuestro proceder. Entre tanto el policía merendaba en la puerta un café con una palmera de chocolate en compañía de su nuevo ligue, por lo que aseguré con un vistazo movedizo que el dosel blanco del palco reservado estuviera vacío puesto que la noche llegó a aquel vasar donde reclamaría ayuda y equidad arriesgando la salvación a la nulidad. En cada casilla encontré un hueco donde respirar, una proscripción sin dolor donde los días imperceptiblemente se van deteriorando con momentos de alegría. Únicamente busqué y ahuequé mis alas antes del gimoteo infantil aunque no conseguirían apenarme sin otra intención que echarme la bolsa a las costillas con los pies en la calle.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

¡Uh!

Desilusión


El paquebote impulsado a vela y con un motor de inyección de gas natural, se inclinó bruscamente por lo que sentí como me lanzaba de costado sujetándome rápidamente a la barandilla. En ese twist rítmico mis pendientes oscilaron como "La espada de Damocles al brillar y pender sobre mí... sueles dejarme sola". Incumplí con las etiquetas establecidas, ignorando que noviembre aflojaría el saquillo hasta afondar el macuto terrero, aquel que antaño resguardó mariposas en trincheras ahora vacío de greda. Después de adherirme al pavimento del barco reorienté el moño kitsch con alfileres rojos y flores vistosas, apartando el pelo de la cara y entonces en la orilla pude observar como tocaban las teclas ahogadas de un piano. Algunos, desde el mismo suelo y frente a los demás, gritan en el barco el estribillo de la balanza de pagos de un tipo de interés, puesto que están seguros de que incluso al escuchar el riff de guitarra de un blues (paa paaam  papam pam) encienden una luz desmesurada a todos aquellos que prestamos oídos, sin embargo solo notamos un puntapié. Y las ideas como una cerámica mayólica de color verde y marrón, descansan en un palacio en el fondo del mar.
.


"Ha encontrado tu voto en tu bolsillo
cuando bajas del ómnibus y enciendas
el cigarrillo de las siete y cuarto
te sentirás demócrata y tranquilo".

sábado, 12 de noviembre de 2011

Inservible






En la penúltima visita improvisamos una cena ligera y rápida porque aquella noche el horno calentó pero se apagaba aleatoriamente. Observaste el sobrecalentamiento del aparato, intentando averiguar si la causa del caldeo del dispositivo era debido al bloqueo de la rejilla de ventilación o bien por un fallo del circuito del controlador o tal recalentamiento era provocado por el magnetrón defectuoso. Y mientras, veía como te movías, pensabas y hablabas en voz alta con preguntas y respuestas que tú mismo contestabas. Sin llegar a ser real, prueba palmaria que precede al daño de sufrir el alejamiento y la ausencia, ocupamos el espacio de los corotos que regalan en las bodas y no aciertas donde colocar. Esta tarde, en la que el microondas ha dejado de funcionar, pensé escribir estas palabras que a lo sumo sujetan minúsculas garantías que afianzan lo estipulado por mi mente. Hoy, en el tiempo que ni la médula ni el desmañado frenesí merodea por la cocina, ha desvelado algunas de las papeletas rojas que tenía dormidas. Palabras de pasión, de predilección escogida con las que arropar el mimo y la atención que recibía por raciones de tu diana. Si bien, este recuerdo de siesta corta de otoño, donde la alusión no subsana el contrapeso resarciendo el daño que se siente al perder alguien querido, no adquiere el aliento necesario que ayer empleé para encomiar sones comparados al eco que producían mis manos al acariciarte. Las decrépitas pupilas de mi corazón hace tiempo que taparon su boca al igual que el microondas esta tarde, inutilizando ciertas tachaduras de las bandas de radiofrecuencia dejando de rotar las moléculas que producían tu calor.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Para la galería

Anusky nos invitó a aceptar la sugerencia de AFT y aunque a las 11'11 h de la mañana estaba en plena ebullición, rodeada de diplomas por ser mayor a la vez que ultimando muestras de amabilidad y reconocimiento, el día 11 del mes 11 del año 2011 me dejó algunas de estas imágenes para recordar.


"Entra la luz y asciendo torpemente de los sueños al sueño compartido y las cosas recobran su debido y esperado lugar y en el presente".



"El campo de olivos se abre y se cierra como un abanico. Sobre el olivar hay un cielo hundido y una lluvia oscura de luceros fríos. Se riza el aire gris".





"Cuando llegó al campo dijo: “¡balcón, mamá, balcón!” El campo como un balcón infinito, con sus terrones azules y sus pastos infinitos, con sus perfumes y sabores infinitos".





                            "Sus párpados entoldan los tejados. Alborotan los niños de la escuela".


"En esta encrucijada del recuerdo que llamamos infancia, vuelve tu confusión de aguas y tierras, de tiempos de aprendizaje, de tiempos de visitación y vendimia".








miércoles, 9 de noviembre de 2011

Posible guión

Story board
La propuesta no resultaba tan complicada: para comenzar solo tendría que escribir el logline en cinco líneas desde el principio hasta el final omitiendo detalles, a continuación ampliaría el asunto a tratar en cuatro páginas obteniendo una sinopsis del guión a desplegar. Desde el esquema prolijo debería incrementar un tratamiento más profundo en torno a quince o veinte páginas, al tiempo que dedicaría un folio por cada uno de los personajes protagonistas de la historia, explicando su biografía de un modo cada vez más minucioso. A partir del tratamiento, establecería escenas definidas y precisas puntualizando donde ocurre cada una de las circunstancias, en el interior o en el exterior, así como en qué instante y coyuntura se produce, hasta modelar la pasta que tenía en su cabeza formando figuras intangibles y volátiles pero constantes durante la cinta cinematográfica. Y para su sorpresa encontró: "Quisiera que tu carne se acordara de haberme aprisionado, que cuando me miraras algo se te encogiese en las entrañas, que sintieras orgullo al recordar la generosidad sin par con que tu carne desanudaste para hacerme libre". Mirando de reojo el poema de T. Segovia comprendió que no le intimidaba el chismorreo de los ojos y bocas que verían y leerían el libreto que se proponía anotar, declinando desde la vertiente de la montaña competitiva el filón de su imaginación. Solo necesitaba encaramarse al sillar de la fachada antes de que caigan las piedras de mampostería hasta que pase la maledicencia lacrimosa con la que se contorsionan las palabras.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Su última mujer






De repente escuchó un click fascinante. Con el tiempo no sabría situar aquel sonido en el instante que él subió al tren y se sentó a su lado o bien la vida en ocasiones constituye un complot capaz de crear una película para enamorados, aunando su mirada junto a su inteligencia sedimentando el azúcar en el fondo de la taza. Su matrimonio desde hacía tiempo cedía el paso a los fantasmas, por lo que él dormía en un cuarto oratorio de 45 m2 cerca de la casa donde residía su familia. En aquel viaje compartieron fruta, él le presentó una forma muy singular de pelar la manzana, con el rabito hacia abajo y sujetándola con la mano derecha  tomó el cuchillo con la mano izquierda y comenzó a pelar a dentelladas como si nunca hubiera quitado la monda a un fruto, ella sonrió. De lo extraviado y abandonado de aquellos seis años que permanecieron juntos, ella solo deseó rescatar la reserva cotidiana de sus palabras mediante la ideografía del teclado de su portátil. La semana y media terminante en que agonizó su vida, ambas mujeres compartieron la sala de espera del hospital, hasta que la primera abrió la puerta a la segunda permitiendo que ésta se despidiera de él. "Acá se acaba el circo", le dijo él y esa fue la última vez que ellos se vieron.


miércoles, 2 de noviembre de 2011

Adiós Emma



Giovanni Boldini
Con el tiempo me enseñaste que ya no lograré columpiarme de los árboles que me encuentro por el camino, donde las telas de arañas resistentes como un cable de acero y aún más elásticas permiten apartarme de las proteínas que me deparaba tu dieta. ¿Quien no ha creído en Madame Bovary al menos alguna vez, recogiendo las savias frescas en otro paraje y que esa esencia necesaria e imprescindible nos aspiraba para conseguir lo que deseaba? Es puro atavismo desfigurado en distanciamiento o en desánimo, zafándome del recuerdo al aprestar el cuello de la camisa con almidón aviando la faena agotadora de escabullirme del desvarío. Antes de firmar el contrato de permuta de tu adiós, requeriste de mí la cabellera del Halley a pesar de la reserva de tus contactos: exterioriza todo lo que guardes de tu adoración, apasionate escribiendo sobre mí. Si delineara tus imágenes, tus referencias, tus citas, tus indirectas y reticencias entre las líneas de un plano escribiría poesía lírica, épica y dramática. Pero me aleccionaste para no tratar los terremotos afectivos soterrando el trayecto de los anales. Olvidaré tu hipersensibilidad electromagnética a las ondas del teléfono móvil e ignoraré tu agudeza para que salgas de mi memoria evocadora pues en este momento deseo calmar mis aguas.